San Isidro y las Rosquillas del Santo

San Isidro y las Rosquillas del Santo

Palabras como chotis, claveles, chulapos y rosquillas del santo comienzan a resonar en los oídos madrileños con la llegada del mes de Mayo, que trae consigo la celebración de las Fiestas de San Isidro. Esta festividad es una de las celebraciones más populares y castizas de la capital, y se remonta a 1619, año en el que se beatificó al santo.
Pero para entender mejor las costumbres que estas fiestas patronales traen consigo remontémonos a su origen, ¿quién fue San Isidro?

Cuenta la leyenda que San Isidro Labrador fue un campesino mozárabe que hizo brotar agua de un manantial con solo golpear su vara con una roca, salvando así a su hijo de morir ahogado en él. En ese mismo lugar se levantó la famosa Hermita de San Isidro del barrio de Carabanchel, a la cual aún hoy en día acuden muchos fieles a beber el agua que emana de su fuente. El responsable de llevar a cabo el levantamiento de la hermita en el año 1520 fue el caballero Juan Vargas, para cuya familia trabajó San Isidro como labrador.

San Isidro poseía habilidades especiales para encontrar pozos o ríos subterráneos, gracias a las cuales descubrió gran cantidad de agua en arroyos y manantiales que fueron fijados como lugar de culto. Se dice que el emperador Carlos V y Felipe II cayeron enfermos a causa de unas fiebres muy fuertes, salvándose de la muerte gracias a ingerir agua de la milagrosa fuente.

Fue tras su fallecimiento cuando su fama se incrementó aún más, llegando a exhumarse su cuerpo con el fin de situarlo en un lugar más sofisticado. Dado la fuerte creencia que sus seguidores tenían en sus poderes milagrosos, el cuerpo se sacaba en procesión por Madrid con la finalidad de invocar lluvias. En 1619 se beatificó a Isidro, siendo fijado el 15 de mayo como fecha conmemorativa del suceso.

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“Pradera de San Isidro” Francisco de Goya

Así surgió la tradición por la que miles de madrileños visitan la fuente de la hermita de San Isidro para beber de sus milagrosas aguas. Tras realizar este ritual en honor al santo, tanto los habitantes de la capital como visitantes de fuera, acuden a la famosa pradera de San Isidro a disfrutar de la tarde, tal y como plasmó el pintor Francisco de Goya en su cuadro “Pradera de San Isidro“. Cada 15 de Mayo se despliega todo el casticismo madrileño gracias a la celebración de una romería, con comida popular y verbena por la noche, además de atracciones y demás espectáculos.

Una de las cosas más bonitas de las Fiestas de San Isidro es la posibilidad que ofrecen para disfrutar de su gastronomía: cocido madrileño, gallinejas, entresijos, torraos y, merecedoras de un capítulo aparte, rosquillas del santo. La festividad madrileña presenta para los más golosos la ocasión perfecta para disfrutar de la exquisitez de este dulce tradicional, y no es para menos. IMG_7318

Entre las distintas variedades de estas rosquillas tradicionales podemos encontrar las Tontas, las Listas, las Francesas y las de Santa Clara. Las Tontas no van bañadas y deben su nombre a la simpleza de su acabado. Las Listas, por su parte, van recubiertas de un azúcar fondant hecho con huevo batido, zumo de limón y azúcar, que generalmente posee un color amarillo. Las rosquillas francesas llevan almendra, y las de Santa Clara, merengue seco.

Según la tradición, la costumbre de preparar rosquillas por San Isidro procede una mujer conocida como tía Javiera, que puso de moda estos dulces en la pradera madrileña. Al parecer, fue tal la fama que cogió su receta que pronto otros artesanos se quisieron unir al negocio vendiendo las suyas y diciendo ser parientes de
Javiera. De ahí la cancioncilla popular que surgió al respecto: “Pronto no habrá, cachipé, en Madrid duque ni hortera que con la tía Javiera emparentado no esté”.

En Embassy no somos parientes de Javiera, pero elaboramos artesanalmente unas rosquillas que seguro, te encantarán.

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